lunes, 19 de octubre de 2020

La vista.


Desde aquel frío día de noviembre, cuando el coche se salió de la carretera, Elvira había vivido en la oscuridad. Habían pasado diez años, a pesar de todo, felices, no se hundió en la tristeza gracias a su marido, y a esa hermosa criatura, que nació a los pocos meses de su desgracia. Su hija, Marta, era una linda niña de ojitos azules que la quería con locura, ayudaba y guiaba a su mamá, desde muy chiquita. Parecía que la vida de Elvira, iba a dar un giro, los médicos le dijeron que había una nueva operación, que podría hacerla recuperar a vista. Llegó el gran día, todo salió bien, la operación fue un éxito. Estuvo varios días con los ojos vendados, ingresada en el hospital. 

Llegó el gran día, iban a retirarle la venda. 

En la habitación junto al cirujano y la enfermera, están su esposo e hija, nerviosos y emocionados. Cuando Elvira abrió los ojos, lo primero que vio fue a su pequeña, inclinada en la cama, con los ojitos redondos de impaciencia, aquellos ojitos que acababa de conocer, después de nueve años junto a ella. La niña dijo: “Mamá, ¿me ves?, Elvira dijo, con lagrimas en los ojos: “Claro, cariño. Te veo, eres preciosa mi vida”. Marta le contestó: “No me conocías hasta ahora, es la primera vez que me ves”, su madre le dijo: “No cariño, yo siempre te vi”. La niña asombrada exclamó: “Tú no veías hasta hoy, eso es imposible”, su madre emocionada respondió: “Hija, sí es posible, yo siempre te vi desde mi corazón, que es la mayor ventana del mundo, vemos y sentimos por él, más que con el resto de los sentidos, el amor lo puede todo, es mágico.


Virtudes Gilgado León. 2º Bachillerato.

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