Se sentía muy triste, la vida le volvía a golpear fuerte, si eran más pruebas o simplemente su destino, no entendía por qué se repetía la misma historia. Cuando era feliz, porque lo tenía todo, otra vez volvía a pasar, como una maldición. Su refugio para llorar, sin que nadie se diera cuenta, era su baño, mientras el agua caía en su cara, lloraba amargamente, era como si este agua limpiará su pena, siendo su cómplice. Después, el vapor que empañaba el espejo, que era su nuevo cómplice, pues ocultaba la pena de su rostro. Pero la brisa traidora, al abrir la ventana, entraba dibujando, poco a poco su imagen en el espejo.
Virtudes Gilgado León. 2º bachillerato
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