jueves, 28 de mayo de 2020

Mezcla


Un día me propuse escribir y como era de esperar tenía muchas ideas pero ninguna válida. Mi cerebro me llamó la atención y me dio un par de ideas, ¿Qué te parece la Segunda Guerra Mundial? ¿O el confinamiento?, la idea de la guerra mundial me parecía anticuada pero la del confinamiento no estaba mal. Me dispuse a escribir y antes de coger el lápiz, el corazón me llamó y me dijo que tenía ideas mejores, el amor, entre ellas. El amor está muy trillado y estoy cansada de que duela; mírate, todavía no te recompusiste del último, pareces un saco de boxeo. El cerebro me dijo que la idea del confinamiento era la mejor, pero no quería escribir sobre eso, estoy harta de estar encerrada física y mentalmente. El corazón se alzó dejando un silencio ensordecedor. Me obligó a hablar del amor porque era lo que mejor se me daba (o lo peor). Callé mis voces internas y pegué un salto de la silla. El corazón se me paró por un segundo y me quedé en blanco. Al volver del pequeño trance, fui a la cocina y cogí la batidora y mi cerebro puso ideas aleatorias, pasionales y racionales, una pizca de entusiasmo y otra pizca de dolor, una cucharada de desganas y esencia de la más pura. El corazón le dio al botón más potente y todo se fue mezclando, cambiando de forma, color y textura. Empezó a brillar y me dio miedo de que explotara, así que lo metí en un pequeño frasco. 
Esperaría hasta el momento adecuado para abrirlo.

Rosana Montero

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