El sol despierta lento en la montaña,
pinta de oro el borde del cielo frío,
la noche guarda sombras en silencio
mientras nace el primer suspiro del día.
Las aves rompen hilos de silencio,
sus cantos tiemblan sobre el aire nuevo,
la luz avanza firme entre los árboles
como un secreto que quiere ser contado.
Las calles bostezan sin palabras,
el tiempo se despereza en los relojes,
cada paso anuncia una promesa
que aún no sabe su nombre.
El viento aprende rutas diferentes,
acaricia rostros, mueve esperanzas,
todo parece posible por un instante
cuando el día apenas comienza.
Y así el amanecer deja su huella:
un recordatorio suave y persistente
de que siempre existe otro comienzo
esperando abrir los ojos.
Slama Benaim
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