Disfrutas del aire en la cara
cuando vas a una gran velocidad, encima de su espalda lo comienzas a acariciar.
Luchas por tu sueños con los que
sabes que los cumplirás.
Lo cepillas y quiere jugar; comienza a morder y luego te quiere volver a morder; le acaricias por encima de
las orejas y se tranquiliza sin parar.
Todos los caballos deben de tener
alguien a los que les puedan acariciar.
Laura Barbero
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