Aquella niña siempre miraba hacia el exterior, observaba las farolas iluminando la pequeña calle de su barrio, siempre se imaginaba caminando por ellas, sola y volviendo de un gran paseo a media noche con el fresquito del verano, sintiéndose libre y con ganas de comerse el mundo.
Por desgracia, su madre le decía que eso no podía ser, debería ser o a plena luz del día, con gente alrededor, o en caso de que fuera de noche, acompañada, debido a que siempre hay monstruos merodeando para atraparte y llevarte a la oscuridad.
Con el tiempo, la niña se dio cuenta que los monstruos, no son los mismos que veía en las películas, sino que están más cerca de lo que crees, y puede ser cualquiera cercano a ti.
Noemí Sánchez
No hay comentarios:
Publicar un comentario