lunes, 26 de mayo de 2025

Reacción redox


 Andrea oxidó a Martín. Le quitó electrones, brillo, energía. Él, por su parte, se redujo, volviéndose más pequeño, apagado, casi invisible. Durante años, vivieron así: ella robándole energía, él cediéndola. Pero un día la reacción terminó. Se separaron. Con el tiempo, Andrea encontró una nueva pareja que no necesitaba que ella actuara como oxidante, y Martín, poco a poco, volvió a cargarse con ayuda de amigos, recuperando electrones y fuerza. Porque, incluso en las reacciones redox, siempre hay espacio para regenerarse.


Claudia Carrasco

Química orgánica


Ángela, que era tanto química como artista, le escribió a su pareja una carta ilustrada con estructuras orgánicas: cadenas de carbono, enlaces dobles, grupos funcionales en forma de corazón. — Así te amo — escribió—. Con enlaces estables, resonancias compartidas y una configuración perfecta. Él respondió con una molécula aromática, un anillo perfecto, y agregó: — Nuestro amor es bencénico. Ella sonrió porque sabía que nadie más entendería el romanticismo de aquel ciclo conjugado. Para ellos, el amor era pura química. 

Claudia Carrasco

Fusión


 En el laboratorio lunar, los científicos observaban con nerviosismo la cámara de contención. Era el intento número 269. Dos núcleos de hidrógeno se acercaban lentamente, con precisión. La presión, la temperatura… todo era extremo. Y justo cuando parecían a punto de fusionarse, ocurrió: se unieron sin explosión ni fallo, solo liberando una energía brillante y pura. En la sala, estalló la alegría. Habían logrado crear una fusión estable: una estrella nacía en las manos humanas y, con ella, una esperanza para un futuro más brillante. 


Claudia Carrasco

Catálisis


 Rebeca y Samuel no se habían hablado desde que se divorciaron. Diez años de silencio, de evadir encuentros familiares. Pero en la boda de su hija, ella los sentó juntos, y lograron conversar. Al principio, hablaban de cosas triviales, después de recordar viejos momentos y, finalmente, tuvieron una charla honesta sobre heridas. Para sorpresa de todos, reaccionaron de una forma que nadie esperaba: no como antes, sino con madurez, respeto y comprensión. Al terminar la noche, ella le dijo: — Sin un catalizador, nunca habríamos cambiado. Él asintió, mirando a su hija bailando feliz, y pensó en cómo la química había hecho su trabajo. 

Claudia Carrasco

Entropía


 Cuando Rocío llegó a casa, se encontró la cocina hecha un desastre: platos por lavar, cáscaras de huevo esparcidas en la encimera, y harina flotando en el aire. — ¿Qué pasó aquí? —preguntó, frunciendo el ceño. Iván, con una sonrisa, mezclaba ingredientes en el fondo y respondió: — La entropía siempre aumenta. Ella cruzó los brazos y replicó: — Pues que la entropía limpie entonces. Él soltó una carcajada y, juntos, lavaron los utensilios y ordenaron la cocina. Pero la entropía, con su carácter burlón, seguía acechando desde el cesto de ropa sucia. 

Claudia Carrasco

Átomo solitario


 El átomo de helio se desplazaba por el laboratorio, solo en medio de la inmensidad. Inerte, decían los demás. "No necesitas a nadie", aseguraban. Pero el helio envidiaba a los compuestos: el Carbono y Oxígeno danzaban como amantes viejos, y Sodio y Cloro reían juntos. Un día, en una cámara criogénica, encontró a otro helio. Se acercaron sin tocarse. No reaccionaron, como era natural, pero permanecieron uno junto al otro, compartiendo espacio, movimiento y existencia. No hacían nada juntos, y sin embargo, todo tenía sentido. A veces, pensó, quizás la conexión no necesita enlaces.


Claudia Carrasco

Equilibrio


 Álvaro y Lucía llevaban cinco años juntos. Cada discusión era como una reacción química que liberaba energía: ardía, dolía, y dejaba cenizas. Fueron a terapia y descubrieron algo simple, casi químico: sus emociones eran como reactivos, y cuando uno tenía mucho, el otro se quedaba corto. Aprendieron a medir, a ceder, a compensar. Como en una reacción reversible, dejaron que el equilibrio se restableciese con el tiempo. No siempre fue perfecto, pero al menos ya no explotaban. Lograron estabilizarse, como una ecuación bien equilibrada.


Claudia Carrasco

Tabla periódica

 

 Cada noche, el pequeño Joaquín leía su póster de la tabla periódica como si fuera un libro de aventuras. Imaginaba a Helio flotando con globos, a Oxígeno salvando vidas, y a Carbono cambiando de forma: un día diamante, al siguiente grafito. Los metales alcalinos eran guerreros explosivos; los gases nobles, sabios ermitaños. Una mañana, en clase, la profesora le pidió que explicara la historia del sodio. Joaquín se levantó y dijo: "El sodio es como un samurái que explota si toca agua. Por eso vive solo, en su propio mundo". La clase se rió, pero la profesora sonrió. Joaquín entendía más química que muchos adultos: había convertido lo que aprendía en un cuento. 

Claudia Carrasco

Oxígeno

 

Clara era como el oxígeno: llena de energía, brillante, esencial para todos. Raúl, en cambio, era como el hidrógeno: simple, silencioso, abundante, pero a menudo pasado por alto. Cuando se conocieron, el mundo se volvió líquido. Flotaban juntos con naturalidad. Eran como agua pura. Hasta que apareció Sal, carismático, intenso, con una carga que cambió todo. No pasó mucho para que su estabilidad se rompiera. Clara se disolvió en nuevas reacciones, mientras Raúl, con tristeza burbujeando, se evaporó. 

Claudia Carrasco

1. La última reacción


 El profesor Miguel pasó décadas trabajando solo en su laboratorio, rodeado de frascos con etiquetas en una caligrafía antigua. Su obsesión era simple y un poco absurda a los ojos de otros: crear un compuesto que brillara con la luz de una estrella. Nadie creyó que eso fuera posible. Una noche, después de añadir una gota de un líquido anaranjado a su última mezcla, el matraz empezó a brillar con una luz azul intensa, como si atrapara un fragmento del cielo. Sonrió, y su cuerpo tembló. La reacción fue rápida y violenta. Al día siguiente, lo encontraron caído, con una expresión tranquila, y el matraz aún caliente. No dejaron notas. El secreto murió con él. 

Claudia Carrasco

miércoles, 21 de mayo de 2025

El examen perdido



Mario estaba en su casa estudiando para el examen de Física y Química del miércoles, si no sacaba más de 8'5 no pasaría de año, entonces se estaba esforzando mucho.
Llego el día del examen y Mario se lo sabía todo no paraba de escribir, cuando terminó se lo entregó al profesor. El profesor dijo el viernes los tendré corregidos, Mario estaba nervioso y ansioso por saber la nota.
"Por fin llegó el viernes" dijo Mario cuando se levantó, se dirigió a la escuela preparado para saber la nota. El maestro dijo " Tengo las notas, María un 6, Manolo un 7'5..." Mario ansioso de saber la suya, el maestro terminó de decirlas y Mario exclamó " Falta la mía". El maestro dijo " Lo he perdido por lo que se ve" Mario empezó a llorar por que no controló los nervios pero dijo Manuel (compañero de clase) " Tengo dos exámenes, anda Mario has sacado un 9". Mario estalló de alegría. 

Lucas Mohedano