Ángela, que era tanto química como artista, le escribió a su pareja una carta ilustrada con estructuras orgánicas: cadenas de carbono, enlaces dobles, grupos funcionales en forma de corazón. — Así te amo — escribió—. Con enlaces estables, resonancias compartidas y una configuración perfecta. Él respondió con una molécula aromática, un anillo perfecto, y agregó: — Nuestro amor es bencénico. Ella sonrió porque sabía que nadie más entendería el romanticismo de aquel ciclo conjugado. Para ellos, el amor era pura química.
Claudia Carrasco
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