Cuando Rocío llegó a casa, se encontró la cocina hecha un desastre: platos por lavar, cáscaras de huevo esparcidas en la encimera, y harina flotando en el aire. — ¿Qué pasó aquí? —preguntó, frunciendo el ceño. Iván, con una sonrisa, mezclaba ingredientes en el fondo y respondió: — La entropía siempre aumenta. Ella cruzó los brazos y replicó: — Pues que la entropía limpie entonces. Él soltó una carcajada y, juntos, lavaron los utensilios y ordenaron la cocina. Pero la entropía, con su carácter burlón, seguía acechando desde el cesto de ropa sucia.
Claudia Carrasco
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